La doble moral de la justicia y la solidaridad

Una vez más, la justicia peruana demuestra su doble rasero y su abyecta sumisión a los intereses de una clase corrupta y vendepatria que defiende ferozmente el sistema neoliberal. Mientras se niega encarcelar nuevamente a Keiko Fujimori pese a las solicitudes fiscales, se prolonga inmisericordemente la prisión preventiva del expresidente Pedro Castillo, auténtico hijo del pueblo que osó desafiar al orden establecido.

Es indignante presenciar cómo la mal llamada justicia actúa con dos varas distintas. Por un lado, protege a la heredera de una dinastía acusada de lavar activos producto de la corrupción más descarnada y por otro lado, castiga sin contemplaciones a quien desde las entrañas populares buscó transformar las estructuras opresivas que ahogan a las grandes mayorías nacionales.

Esta hipócrita postura no hace más que confirmar el carácter clasista de un sistema judicial que defiende los privilegios de una minoría enquistada en el poder. Una justicia maniatada que se inclina siempre del lado de los opresores y aplasta sin miramientos a quienes osan levantar la voz por una verdadera redistribución de la riqueza nacional.

El odio de clase destila por los poros de cada resolución judicial. Mientras los corruptos que saquean el país son tratados con guante de seda, los luchadores sociales que abogan por el bienestar del pueblo sufren el más inmisericorde escarnio. ¿Dónde queda la tan mentada igualdad ante la ley?

Esta flagrante injusticia no hace más que avivar la llama revolucionaria que arde en el corazón de los oprimidos. Desde el fundo Barbadillo, donde purga condena por crímenes inexistentes, el compañero Pedro Castillo ha recibido la solidaridad de luchadores como Margot Palacios y Pasión Dávila, dispuestos a denunciar las arbitrariedades de un poder judicial entregado en cuerpo y alma a la defensa cerril del gran capital.