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Educación
Asesinato de Charlie Kirk expone espiral de violencia en Estados Unidos
El activista conservador Charlie Kirk, cofundador de Turning Point USA y figura prominente en el espectro derechista estadounidense, fue asesinado a tiros durante un evento en la Universidad de Utah Valley el 10 de septiembre de 2025. El incidente, descrito por autoridades como un «asesinato político», ha desatado una ola de indignación y un llamado urgente a la reflexión sobre la creciente inseguridad en el país norteamericano.
Más de 48 horas después del crimen, el sospechoso permanece en libertad, pese a la difusión de videos y fotos de un «interés en la investigación» por parte del FBI y la policía de Utah, que muestran a un individuo huyendo de un tejado tras el disparo. Dos personas han sido interrogadas temporalmente, pero liberadas, mientras el director del FBI, Kash Patel, supervisa una cacería que ha recibido más de 200 pistas ciudadanas, sin avances concretos hasta el 12 de septiembre. Este suceso no es aislado: se suma a una cadena de violencia que incluye más de 300 tiroteos masivos en lo que va del año, con 302 muertos y 1.354 heridos, según datos preliminares de la Gun Violence Archive.
En un contexto donde un crimen violento ocurre cada 25.9 segundos, el asesinato de Kirk subraya cómo la polarización ideológica se ha convertido en combustible para un caos social que amenaza con desestabilizar la democracia estadounidense. La muerte de Kirk llega en un momento en que las estadísticas revelan una inseguridad rampante que trasciende fronteras partidarias, aunque las cifras oficiales del FBI y el Consejo sobre Justicia Criminal muestren una ligera caída en homicidios del 17% en la primera mitad de 2025 comparado con 2024. Sin embargo, esta aparente mejoría esconde realidades alarmantes: en ciudades como Memphis o Washington D.C., los crímenes violentos –incluyendo asaltos agravados y robos– siguen disparados, con casi 1.600 incidentes graves reportados en la capital federal solo este año.
La proliferación de armas de fuego, exacerbada por políticas laxas en su control, y la retórica incendiaria de figuras políticas han fomentado un ambiente donde disidentes como Kirk pagan con su vida. Críticos argumentan que el gobierno de Trump, pese a sus promesas de «ley y orden», ha fallado en abordar las raíces profundas de esta inseguridad: desigualdad económica, donde el 13.5% de hogares enfrentan inseguridad alimentaria, y un sistema de salud mental colapsado que deja a millones vulnerables. Este asesinato no solo silencia una voz controvertida, sino que expone la fragilidad de una nación que prioriza el divisionismo sobre la cohesión social. Desde Perú, donde observamos con recelo cómo Estados Unidos opina y se entromete en la seguridad de países latinoamericanos –promoviendo intervenciones, financiando golpes y exportando inestabilidad bajo el pretexto de la «guerra contra las drogas» o la «democracia»–, el caso Kirk nos obliga a cuestionar el doble rasero de la potencia del norte.
Mientras el gobernador de Utah, Spencer Cox, clama por «sanación» y ofrece recompensas de hasta 100.000 dólares por información sobre el tirador, urge una crítica global: ¿cuántas vidas más se perderán antes de que Washington implemente reformas reales en control de armas y justicia social? La inseguridad en EE.UU. no es solo un problema interno; es un espejo de su hipocresía transnacional que demanda vigilancia latinoamericana para contrarrestar sus injerencias. En memoria de Kirk, esperamos que este crimen impulse no venganza, sino un debate honesto sobre la erosión de la paz en la potencia del norte, sin olvidar sus sombras en nuestra región.