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Elecciones 2026: La derecha se desangra en veinte pedazos y la izquierda solo tiene tres cartas

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Lima, 9 de diciembre de 2025.- A cuatro meses de las elecciones generales del 12 de abril de 2026, el panorama político revela un quiebre inédito: la derecha conservadora y ultraderechista, históricamente dominante en segundas vueltas, aparece diluida en más de veinte fórmulas presidenciales sin opción real de unificación. Mientras tanto, la izquierda —lejos del progresismo tibio y de las socialdemocracias defensoras del modelo capitalista— se reduce a tres candidaturas definidas. Entre ellas, Juntos por el Perú (JPP), encabezada por Roberto Sánchez y respaldada por Pedro Castillo, Betsy Chávez y Margot Palacios, emerge como la única con cohesión, soporte territorial y capacidad efectiva de movilización.

Ningún candidato de derecha supera el 12,5%, y la suma dispersa de todas sus postulaciones apenas alcanza entre 25% y 30%, pese a que más de veinte listas fueron ratificadas tras las primarias del 8 de diciembre. Estas cifras golpean a un pequeño sector que pretende retener sus privilegios y que en 2021 intentó desconocer la victoria de Pedro Castillo con acusaciones de fraude nunca comprobadas, pese al intento de fabricar evidencias mediante una comisión manipulada desde el Congreso.

La supuesta unidad derechista fracasó desde el inicio. López Aliaga y Keiko Fujimori no sellaron ninguna tregua desde 2021; César Acuña marcha solo en el norte; mientras Álvarez y Forsyth disputan el mismo voto limeño de centro-derecha, López Chau y José Luna intentan aparecer como progresistas. El resultado es un voto conservador pulverizado: lo que en 2021 llegó a concentrar más del 70% en la segunda vuelta hoy se reduce a fragmentos mínimos, en un país donde el 51% permanece indeciso, en blanco o nulo, en rechazo directo al establishment y al “régimen Boluarte” y su sucesor, José Jerí Oré.

La izquierda: tres opciones y tres rutas distintas. Al margen de los progresismos de discurso y de las izquierdas de salón, funcionales al modelo capitalista neoliberal, la izquierda auténtica pone en juego tres candidaturas concretas: Perú Libre con Vladimir Cerrón, ratificado el 8 de diciembre por los delegados, prófugo, cuestionado por sus pactos tácticos con el régimen Boluarte y con el fujimorismo en el Congreso actual, con serias posibilidades de ser inhabilitado por el JNE. Venceremos, con Ronald Atencio -candidato defensor de Guillermo Bermejo y de la línea de nacionalización radical discursiva-, que venció en internas al puneño Vicente Alanoca, enfrenta fracturas internas y rechazo de sectores indígenas por denuncias de racismo y maltrato contra su contendor perdedor. Juntos por el Perú, con Roberto Sánchez Palomino, sería la única plancha con cohesión orgánica: su fórmula fue cerrada por consenso; su principal fortaleza está en el bloque castillista. Pedro Castillo encabeza la lista al Senado Nacional con el número 1, anunciado desde el penal Barbadillo; Betsy Chávez también confirmó su candidatura al Senado por JP; y la congresista Margot Palacios, una de las voces más firmes en la denuncia de la persecución política y defensora de comunidades campesinas y nativas, completa el equipo político de mayor peso.

Las encuestas nacionales le dan entre 3% y 4%, pero los estudios regionales en el sur y los Andes (Apurímac, Cusco, Puno, Ayacucho) ubican a Sánchez entre 12% y 15%, justo donde el rechazo a Dina Boluarte y al Congreso es más alto.

El escenario que la derecha teme. Con un 51% del electorado aún sin decisión, el peor escenario para la derecha es evidente: si JP capta siquiera entre el 25% y 30% del voto castigo -algo plausible con Pedro Castillo como símbolo de resistencia e indignación popular-, Roberto Sánchez podría entrar a segunda vuelta con apenas 18% a 22%, e incluso ganar en primera si la derecha mantiene su dispersión entre cinco u ocho candidatos que no bajan del 5% cada uno. Pero ya estarían copando la Cámara de Senadores del Congreso de la República, advertidos de que la derecha hizo todas las reformas para gobernar desde esa instancia.

En una segunda vuelta, el guion de 2021 podría invertirse: un candidato de izquierda, enfrentándose a cualquier fragmento derechista, tendría amplias posibilidades de triunfo, con un 60% de rechazo ciudadano al régimen actual y a la derecha que mantuvo en el poder a Dina Boluarte y José Jerí, con represión, persecución y asesinatos que siguen impunes hasta hoy. Por ello, la derecha pretendería echar mano del fraude, motivo por el cual ya estaría tomando el control de los órganos electorales del Estado.

En suma, a cuatro meses de las elecciones, la derecha conservadora y neofascista está más dividida que nunca y desgastada hasta el límite: ningún candidato supera el 12,5% y la suma de todos apenas llega a un tercio del electorado. En contraste, la izquierda real solo ofrece una opción porque posee estructura partidaria y popular, símbolo y liderazgos claros: Juntos por el Perú.

Con Roberto Sánchez y el respaldo pleno de Castillo, Chávez y Palacios, el voto de resistencia e indignación del país finalmente tiene un instrumento organizado con amplio potencial de movilización nacional.

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