Política
Héctor Dipas Torres, vacado como alcalde de Kimbiri por nepotismo, enfrentará consecuencias legales

El Concejo Municipal de Kimbiri destituyó por unanimidad a Héctor Dipas Torres como alcalde en una sesión celebrada este miércoles, tras el pedido de vacancia presentado por el ciudadano Héctor Hugo Acuña Meza. La solicitud se amparó en el numeral 20 del artículo 23° de la Ley Orgánica de Municipalidades, que regula las causales de remoción de autoridades. El motivo principal fue la contratación irregular de su cuñada, María Teresa Cáceres Guillén, en cargos administrativos con sueldos desproporcionados, un acto que los regidores calificaron como un claro caso de nepotismo.
La decisión pone fin a una gestión marcada por denuncias de irregularidades que erosionaron la confianza en la municipalidad. Los regidores, indignados, señalaron que la conducta de Dipas Torres no solo transgredió principios éticos, sino que también afectó gravemente la reputación de la institución. La población de Kimbiri, que había manifestado su descontento con críticas contundentes, celebró la medida como un paso hacia la transparencia.
Sin embargo, la vacancia no será el único desenlace para el exalcalde. Expertos legales indican que Dipas Torres podría enfrentar procesos administrativos y penales por abuso de autoridad y malversación de fondos públicos, dado que la contratación de su cuñada con recursos municipales vulneró la normativa vigente. La Contraloría General de la República podría iniciar una auditoría para determinar el daño económico causado, mientras que el Ministerio Público evaluaría una denuncia por delitos contra la administración pública. Estas acciones legales podrían derivar en inhabilitación para ejercer cargos públicos e incluso penas de prisión, dependiendo de las pruebas recabadas.
Con este fallo, el municipio busca dejar atrás un episodio de descrédito y avanzar hacia una gestión íntegra, mientras Dipas Torres se prepara para responder ante la justicia por las consecuencias de sus actos.
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Derrota de la candidata comunista en Chile: El desgaste por la falta de cambios estructurales en el gobierno de Boric

Lima, 15 de diciembre de 2025.- La victoria de José Antonio Kast en la segunda vuelta presidencial de Chile, con cerca del 58% de los votos frente al 42% de Jeannette Jara, candidata del Partido Comunista y representante de la coalición de izquierda Unidad por Chile, marca el fin del gobierno progresista de Gabriel Boric en 2022. Esta derrota histórica para la izquierda se atribuye en gran medida al descontento ciudadano con la gestión de Boric, percibida como incapaz de impulsar los profundos cambios estructurales prometidos tras el estallido social de 2019.
El gobierno de Boric llegó al poder con altas expectativas de transformación, impulsado por demandas sentidas en pensiones, salud, educación y una nueva Constitución que reemplazara la heredada de la dictadura de Pinochet. Sin embargo, dos procesos constituyentes fallidos (rechazados en plebiscitos de 2022 y 2023) y la falta de mayoría en el Congreso obstaculizaron avances significativos. Aunque se aprobaron medidas como la reducción de la jornada laboral a 40 horas y un aumento del salario mínimo, estas fueron vistas como insuficientes frente a promesas más exigentes. La reforma previsional de 2025, por ejemplo, fortaleció el pilar solidario pero mantuvo el sistema de capitalización individual privado, decepcionando a sectores que esperaban un cambio radical.
Este vacío de reformas estructurales generó un profundo desencanto, especialmente entre los sectores populares que inicialmente apoyaron a la izquierda. Sumado a problemas urgentes como el aumento de la delincuencia, la crisis migratoria y el bajo crecimiento económico, el gobierno de Boric fue percibido como distante de las preocupaciones cotidianas. Jeannette Jara, pese a intentar desmarcarse de la impopularidad del presidente saliente, cargó con el peso de un mandato visto como un plebiscito negativo, lo que facilitó el giro conservador en Chile y abre interrogantes sobre el futuro de la izquierda en la región.
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Elecciones 2026: La derecha se desangra en veinte pedazos y la izquierda solo tiene tres cartas

Lima, 9 de diciembre de 2025.- A cuatro meses de las elecciones generales del 12 de abril de 2026, el panorama político revela un quiebre inédito: la derecha conservadora y ultraderechista, históricamente dominante en segundas vueltas, aparece diluida en más de veinte fórmulas presidenciales sin opción real de unificación. Mientras tanto, la izquierda —lejos del progresismo tibio y de las socialdemocracias defensoras del modelo capitalista— se reduce a tres candidaturas definidas. Entre ellas, Juntos por el Perú (JPP), encabezada por Roberto Sánchez y respaldada por Pedro Castillo, Betsy Chávez y Margot Palacios, emerge como la única con cohesión, soporte territorial y capacidad efectiva de movilización.
Ningún candidato de derecha supera el 12,5%, y la suma dispersa de todas sus postulaciones apenas alcanza entre 25% y 30%, pese a que más de veinte listas fueron ratificadas tras las primarias del 8 de diciembre. Estas cifras golpean a un pequeño sector que pretende retener sus privilegios y que en 2021 intentó desconocer la victoria de Pedro Castillo con acusaciones de fraude nunca comprobadas, pese al intento de fabricar evidencias mediante una comisión manipulada desde el Congreso.
La supuesta unidad derechista fracasó desde el inicio. López Aliaga y Keiko Fujimori no sellaron ninguna tregua desde 2021; César Acuña marcha solo en el norte; mientras Álvarez y Forsyth disputan el mismo voto limeño de centro-derecha, López Chau y José Luna intentan aparecer como progresistas. El resultado es un voto conservador pulverizado: lo que en 2021 llegó a concentrar más del 70% en la segunda vuelta hoy se reduce a fragmentos mínimos, en un país donde el 51% permanece indeciso, en blanco o nulo, en rechazo directo al establishment y al “régimen Boluarte” y su sucesor, José Jerí Oré.
La izquierda: tres opciones y tres rutas distintas. Al margen de los progresismos de discurso y de las izquierdas de salón, funcionales al modelo capitalista neoliberal, la izquierda auténtica pone en juego tres candidaturas concretas: Perú Libre con Vladimir Cerrón, ratificado el 8 de diciembre por los delegados, prófugo, cuestionado por sus pactos tácticos con el régimen Boluarte y con el fujimorismo en el Congreso actual, con serias posibilidades de ser inhabilitado por el JNE. Venceremos, con Ronald Atencio -candidato defensor de Guillermo Bermejo y de la línea de nacionalización radical discursiva-, que venció en internas al puneño Vicente Alanoca, enfrenta fracturas internas y rechazo de sectores indígenas por denuncias de racismo y maltrato contra su contendor perdedor. Juntos por el Perú, con Roberto Sánchez Palomino, sería la única plancha con cohesión orgánica: su fórmula fue cerrada por consenso; su principal fortaleza está en el bloque castillista. Pedro Castillo encabeza la lista al Senado Nacional con el número 1, anunciado desde el penal Barbadillo; Betsy Chávez también confirmó su candidatura al Senado por JP; y la congresista Margot Palacios, una de las voces más firmes en la denuncia de la persecución política y defensora de comunidades campesinas y nativas, completa el equipo político de mayor peso.
Las encuestas nacionales le dan entre 3% y 4%, pero los estudios regionales en el sur y los Andes (Apurímac, Cusco, Puno, Ayacucho) ubican a Sánchez entre 12% y 15%, justo donde el rechazo a Dina Boluarte y al Congreso es más alto.
El escenario que la derecha teme. Con un 51% del electorado aún sin decisión, el peor escenario para la derecha es evidente: si JP capta siquiera entre el 25% y 30% del voto castigo -algo plausible con Pedro Castillo como símbolo de resistencia e indignación popular-, Roberto Sánchez podría entrar a segunda vuelta con apenas 18% a 22%, e incluso ganar en primera si la derecha mantiene su dispersión entre cinco u ocho candidatos que no bajan del 5% cada uno. Pero ya estarían copando la Cámara de Senadores del Congreso de la República, advertidos de que la derecha hizo todas las reformas para gobernar desde esa instancia.
En una segunda vuelta, el guion de 2021 podría invertirse: un candidato de izquierda, enfrentándose a cualquier fragmento derechista, tendría amplias posibilidades de triunfo, con un 60% de rechazo ciudadano al régimen actual y a la derecha que mantuvo en el poder a Dina Boluarte y José Jerí, con represión, persecución y asesinatos que siguen impunes hasta hoy. Por ello, la derecha pretendería echar mano del fraude, motivo por el cual ya estaría tomando el control de los órganos electorales del Estado.
En suma, a cuatro meses de las elecciones, la derecha conservadora y neofascista está más dividida que nunca y desgastada hasta el límite: ningún candidato supera el 12,5% y la suma de todos apenas llega a un tercio del electorado. En contraste, la izquierda real solo ofrece una opción porque posee estructura partidaria y popular, símbolo y liderazgos claros: Juntos por el Perú.
Con Roberto Sánchez y el respaldo pleno de Castillo, Chávez y Palacios, el voto de resistencia e indignación del país finalmente tiene un instrumento organizado con amplio potencial de movilización nacional.
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Margot Palacios postula al Senado Nacional con el número 8 por “Juntos por el Perú”

Lima, 8 de diciembre de 2025.– La congresista Margot Palacios Huamán, una de las voces más firmes y persistentes de la izquierda popular y socialista, fue confirmada como candidata al Senado Nacional con el número 8 en la lista de “Juntos por el Perú” para las elecciones generales de 2026. La plancha presidencial será liderada por el exministro Roberto Sánchez Palomino, mientras que el expresidente Pedro Castillo Terrones, líder de la alianza «Juntos con el pueblo», figura como invitado con el número 1 en la nómina senatorial, campaña que continuará desde el penal Barbadillo, donde permanece recluido por el delito de conspiración.
Palacios, quien renunció a Perú Libre en mayo de 2024 tras rechazar la alianza de ese partido con Fuerza Popular, formalizó su afiliación a Juntos por el Perú el 10 de julio del mismo año. Su postulación fue ratificada el último domingo en el congreso nacional del partido, donde la dirigencia y los delegados regionales la destacaron como “la principal figura” de la lista al Senado, ante la imposibilidad de que Castillo y la expremier Betsy Chávez participen directamente en la campaña debido a su reclusión.
Reconocida como “hija del Perú profundo”, Margot Palacios nació en Ayacucho, una de las regiones más golpeadas por la violencia política de los años ochenta y noventa. En recientes declaraciones, recordó las masacres de Accomarca, Cayara y Putis, los miles de desaparecidos y los crímenes cometidos por agentes del Estado, hechos que -afirmó- “siguen impunes mientras sus responsables reciben condecoraciones en un Congreso capturado por la derecha corrupta y represora”. En ese marco, justificó su candidatura como la continuidad de una lucha histórica contra el centralismo, el racismo y la exclusión que mantienen a departamentos como Ayacucho, Apurímac y Puno con niveles de pobreza superiores al 40 %.

Durante su gestión parlamentaria, Palacios presidió la comisión investigadora del derrame de petróleo de Repsol en Ventanilla en 2022, donde se concluyó la responsabilidad penal de la transnacional española por los daños causados a más de 34 mil pescadores artesanales. Asimismo, impulsó la creación de la Universidad Nacional Tecnológica de San Juan de Lurigancho, que beneficiará a 13 mil jóvenes de sectores populares, y promovió iniciativas como el retiro de hasta 5 UIT de la ONP para 4.7 millones de jubilados y la ley de amnistía para perseguidos del pueblo y para el expresidente Castillo.
Con un mensaje que entrelaza memoria, indignación y esperanza, la candidata aseguró que su ingreso al Senado busca “poner el poder al servicio del pueblo y transformar un país donde 10 familias acumulan más riqueza que 35 millones de peruanos”. “El Perú profundo ya no pedirá permiso -afirmó-; vamos a recuperar el poder popular que nos arrebataron para redactar una nueva Constitución”. Según fuentes de Juntos por el Perú, la postulación de Palacios busca canalizar el descontento social acumulado tras el golpe del 7 de diciembre de 2022 y las 49 muertes registradas durante las protestas contra el gobierno de Dina Boluarte y su sucesor, especialmente en el sur andino.
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