A pesar de ser apurimeña y de haber sido recibida con los brazos abiertos en estas tierras, Dina Boluarte no cumple con sus promesas y ahora los alcaldes de los 85 distritos…
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Dina Boluarte: ¡Desaprobada!

Según la más reciente encuesta de Datum, el 94% de los peruanos desaprueba la gestión de la presidenta Dina Boluarte, mientras que solo un 4% la respalda. Este resultado refleja el profundo malestar ciudadano hacia su administración, marcada por una serie de crisis políticas, sociales y económicas que han erosionado su ascenso producto de una maniobra derechista orquestada por la inexperiencia del ex presidente Pedro Castillo y falta de apoyo de los sectores progresistas y de izquierda.
Entre las principales razones de su desaprobación destacan:
Crisis social y represión: Desde que asumió el cargo en diciembre de 2022, tras la salida de Pedro Castillo, Boluarte ha enfrentado masivas protestas en regiones del sur del país, que exigen su renuncia y la convocatoria a elecciones anticipadas. La respuesta del gobierno, con un uso desmedido de la fuerza, ha dejado más de 70 fallecidos, según reportes de la Defensoría del Pueblo, lo que ha generado indignación nacional e internacional.

Falta de diálogo: Los críticos señalan que su administración no ha sabido construir puentes con las regiones más afectadas por la exclusión y la pobreza, lo que ha profundizado la brecha entre el Gobierno y la ciudadanía, situación que en las últimas semanas pretendieron resolver, intentado exponer a la población en algunas regiones, pero las estrictas medidas de seguridad ante las protestas, empañaron por completo la intentona de lavado de cara del régimen.
Descontento económico: La inflación, el alza de precios y la falta de medidas efectivas para reactivar la economía han agravado la percepción de una gestión ineficaz, que gestiona a favor de un sector minotario privilegiado del país y el exterior, olvidando las grandes necesidades de los que se encuentran en situación de pobreza y pobreza extrema.
A pesar de este escenario, Boluarte se mantiene en el cargo gracias al apoyo del Congreso de la República y las Fuerzas Armadas del Perú, respaldado por el poder financiero y político nacional e internacional que se beneficia con su permanencia. Además, la falta de consenso para convocar a elecciones anticipadas y la fragmentación de la oposición han permitido que continúe en el poder, aunque con una legitimidad cada vez más cuestionada.

La ciudadanía continúa exigiendo cambios profundos y una salida a la crisis que atraviesa el país, que incluye la caída del régimen a cargo del gobierno peruano.La presión social se mantiene en aumento, con organizaciones civiles y movimientos sociales liderando manifestaciones que demandan una transformación profunda del sistema político y la renuncia de Boluarte. Los ciudadanos, hartos de una gestión que parece sorda a sus demandas, han encontrado en la protesta una forma de visibilizar su descontento y exigir una agenda que priorice el bienestar de la población por encima de los intereses de elites económicas.
La represión estatal, lejos de amilanar las voces disidentes, ha generado un efecto de polarización que ha llevado a muchos a cuestionar no solo la capacidad de la presidenta para gobernar, sino la legitimidad misma del sistema democrático en su conjunto. A medida que las muertes en protestas continúan siendo registradas, organizaciones de derechos humanos han alertado sobre la posibilidad de crímenes de lesa humanidad por parte del gobierno, lo que ha producido un eco de condenas a nivel internacional.
El contexto se complica aún más ante la inminencia de nuevos conflictos sociales, especialmente en comunidades indígenas y rurales, donde los reclamos por la defensa del territorio y los recursos naturales se suman a las exigencias políticas. La falta de una política inclusiva y respetuosa de los derechos humanos ha colocado al régimen en la mira de diversas organizaciones a nivel mundial, que no dudan en expresar su preocupación por la situación de los derechos fundamentales en Perú.
En este entorno de creciente descontento, la solución a la crisis política se ve cada vez más distante. La polarización entre lo que consideran un gobierno ilegítimo y una oposición fragmentada ha propiciado un estancamiento que beneficia a aquellos que encuentran en la inestabilidad un terreno fértil para implementar políticas que favorecen intereses corporativos, dejando a la sociedad civil mirando hacia un futuro incierto.

Ante tal escenario, las voces de la ciudadanía resuenan con fuerza. Los jóvenes, cada vez más involucrados en la lucha por un cambio real, han hecho del uso de las redes sociales un aliado para organizarse y articular su resistencia. La era digital ha permitido que las narrativas sobre la realidad peruana se expandan rápidamente, generando un clima de solidaridad que trasciende fronteras y sensibiliza a la comunidad internacional sobre el grave estado de las cosas.
La presión por elecciones anticipadas se ha convertido en un grito colectivo que no se apacigua, mientras que el riesgo de una eventual escalada de la conflictividad social se cierne sobre el horizonte. Aunque la presidenta Boluarte se aferra al poder, el clamor popular apunta hacia un cambio de dirección que desafíe el statu quo y proponga un nuevo pacto social que incluya a todos los peruanos y peruanas en la construcción de una nación más justa y equitativa. Sin embargo, el desafío es monumental y las instituciones deberán demostrar su capacidad para responder a una ciudadanía que está decidida a no retroceder en su búsqueda de una democracia plena.
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FRENO HISTÓRICO A LA INHABILITACIÓN DE PEDRO CASTILLO Y BETSSY CHÁVEZ EN EL CONGRESO

En una decisiva sesión parlamentaria, un bloque de congresistas de izquierda socialista y del movimiento popular logró detener el nuevo intento de la derecha por inhabilitar políticamente al expresidente Pedro Castillo y a la ex primera ministra Betssy Chávez. La propuesta conservadora obtuvo solo 44 votos a favor en el caso de Castillo y 53 en el de Chávez, cifras muy por debajo de los 68 votos requeridos. La jornada dejó en evidencia la creciente resistencia frente al lawfare y al uso político de las instituciones que se profundizó tras la ruptura constitucional del 7 de diciembre de 2022.
La congresista Margot Palacios, de Juntos por el Perú, encabezó la firme oposición a estas inhabilitaciones, respaldada por legisladores de diversas bancadas de izquierda y del movimiento popular como Germán Tacuri, Roberto Sánchez, Wilson Quispe, Jaime Quito, Pasión Dávila y José María Balcázar. Para Palacios y sus colegas, las acusaciones carecen de sustento jurídico y forman parte de una estrategia destinada a impedir que líderes con amplio respaldo popular continúen participando en la vida política del país.
Palacios, candidata al Senado con el número 8 y respaldada por Pedro Castillo, se ha consolidado como una de las voces más coherentes en la defensa de los perseguidos políticos. Recientemente presentó un proyecto de ley de amnistía total para Castillo, con el fin de extinguir las condenas y procesos penales derivados de los sucesos de diciembre de 2022. Según la parlamentaria, esta iniciativa busca corregir el uso instrumental del sistema judicial para validar decisiones políticas impulsadas desde el Congreso.

La congresista sostiene que las sentencias contra Castillo y Chávez responden a un Poder Judicial subordinado a la actual mayoría parlamentaria. En reiteradas intervenciones ha denunciado la criminalización de la protesta social y el intento de excluir de la esfera electoral a quienes representan proyectos de transformación económica y social. Su voz se ha convertido en un referente del campo popular, articulando la defensa de los derechos democráticos con la exigencia de justicia para las víctimas del régimen.
La reciente votación demuestra que, pese al control ejercido por la derecha y sectores aliados —incluyendo a parte de Perú Libre— existe una resistencia firme dentro y fuera del Parlamento. Para los congresistas que votaron en contra, este resultado es una victoria parcial pero significativa en la defensa de la voluntad popular y en la lucha contra la persecución política. Mientras continúan las demandas por la libertad de Pedro Castillo y justicia para las víctimas de la represión, Margot Palacios reafirma su compromiso con una democracia al servicio del pueblo y no de los intereses económicos que buscan perpetuar su dominio.
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Podemos Perú enfrentaría grave crisis de credibilidad si se confirma el juicio oral contra José Luna Gálvez

Lima, 3 de diciembre de 2025 – El partido Podemos Perú, que actualmente postula a Raúl Noblecilla como candidato a la segunda vicepresidencia con discurso de “defensa del pueblo” y promesa de indulto a Pedro Castillo, quedaría en una posición extremadamente incómoda si el Poder Judicial admite a trámite la acusación fiscal que solicita 22 años y 8 meses de prisión para su líder efectivo, José Luna Gálvez, por los presuntos delitos de organización criminal, cohecho y tráfico de influencias en el caso conocido como “Los Gánsters de la Política”.
La contradicción sería aún más evidente si se recuerda que los congresistas de la bancada de Podemos Perú votaron unánimemente a favor de la vacancia presidencial de Pedro Castillo el 7 de diciembre de 2022 y, durante casi tres años, rechazaron sistemáticamente todas las mociones de vacancia contra Dina Boluarte, blindándola en más de 40 ocasiones junto a Fuerza Popular, Renovación Popular, Avanza País, Acción Popular, Somos Perú y Perú Libre, solo para voltearle la espalda en octubre de 2025 cuando su impopularidad superó el 90 %.
Analistas consultados por este medio advertirían que, de concretarse el juicio oral contra Luna Gálvez y mantenerse el discurso de “izquierda” en la campaña 2026, Podemos Perú podría perder la poca credibilidad que tiene ante el electorado en un país ya saturado de promesas vacías y traiciones parlamentarias, porque además ya es forzado a extremo el discurso de sus dos candidatos a vicepresidencia, porque en escencia es un partido de la derecha pragmática que siempre estuvo aliniado a los gobiernos neoliberales de turno.
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Trump libera a ex presidente hondureño condenado por narcotráfico en medio de controversia electoral

Tegucigalpa, Honduras – En un movimiento que ha desatado una ola de críticas internacionales, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, otorgó este lunes un indulto completo e incondicional al exmandatario hondureño Juan Orlando Hernández, liberándolo de una sentencia de 45 años de prisión por su rol en una de las mayores conspiraciones de narcotráfico del mundo. Hernández, quien gobernó Honduras entre 2014 y 2022, fue condenado en junio de 2024 por facilitar el envío de más de 400 toneladas de cocaína hacia territorio estadounidense, en alianza con carteles como el de Sinaloa. La liberación se produjo apenas horas después de que se confirmara la victoria en las elecciones presidenciales hondureñas del candidato Nasry Asfura, del Partido Nacional –el mismo de Hernández–, respaldado públicamente por Trump. El indulto, firmado el 1 de diciembre, ha sido calificado por demócratas en el Congreso de EE.UU. como un «golpe a la credibilidad» de la lucha antidrogas, mientras que en América Latina se ve como una injerencia descarada en la soberanía regional.
La decisión de Trump llega en un contexto de alta tensión, justo cuando Asfura, exalcalde de Tegucigalpa y apodado «Tito», se impuso por un margen estrecho en las elecciones del 30 de noviembre, con el 40,24% de los votos frente al 39,69% de su principal rival, Salvador Nasralla, del Partido Liberal, según resultados preliminares con el 80% de las actas escrutadas. Trump no solo endosó a Asfura en redes sociales, advirtiendo que EE.UU. suspendería la ayuda financiera si no ganaba –»no tiraremos buen dinero tras malo»–, sino que también anunció el indulto a Hernández días antes de los comicios, en un aparente intento de impulsar al Partido Nacional. Críticos como la congresista estadounidense Norma Torres han denunciado que esta maniobra «vuela en contra de la promesa de Trump de combatir el narco-terrorismo», recordando que Hernández fue descrito por fiscales como el centro de un «narco-Estado» que operaba con impunidad. En Honduras, la esposa de Hernández, Ana García, celebró la noticia arrodillada en oración, comparando el caso con una «persecución política» similar a la de Trump.
Desde Perú, donde el narcotráfico sigue siendo una amenaza creciente en regiones como el VRAEM, esta saga resalta las contradicciones de la política exterior estadounidense en el continente. Mientras Trump amenaza con bombardeos a países como Venezuela y Colombia por supuestas rutas de droga, el perdón a un convicto como Hernández genera dudas sobre la selectividad de su «guerra contra las drogas». Analistas del Consejo de Relaciones Exteriores advierten que esto podría erosionar la cooperación regional y alentar regímenes afines en detrimento de la democracia. La liberación de Hernández, quien ya regresó a Tegucigalpa, coincide con la juramentación inminente de Asfura, prometiendo una era de «desarrollo y oportunidades», pero bajo la sombra de acusaciones de fraude electoral y la influencia directa de Washington.
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