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Editorial

La peligrosa «objetividad» cómplice de la «izquierda marxista»

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Por más de tres décadas, el Perú ha librado una ardua batalla contra la corrupción enquistada en las más altas esferas del poder. Fiscales y policías valientes han arriesgado sus vidas para desentrañar las intrincadas redes de sobornos, tráfico de influencias y enriquecimiento ilícito que han desangrado los recursos del Estado. Sin embargo, un reciente y lamentable episodio amenaza con dinamitar estos esfuerzos anticorrupción.

El gobierno de Dina Boluarte, en un acto de abierto entrampamiento a la justicia, ha decidido desmantelar el Equipo Especial de Fiscales contra la Corrupción del Poder (Eficcop) y desactivar al equipo policial que apoyaba sus investigaciones. Esta medida no solo atenta contra la independencia del sistema judicial, sino que también envía un mensaje ominoso: la corrupción está blindada en los más altos niveles.

Ante este golpe a la democracia y el Estado de Derecho, uno esperaría que las voces de la izquierda marxista, que supuestamente defienden los intereses del pueblo, se alzaran en un clamor unánime de condena. Lamentablemente, no ha sido así. Un congresista autodenominado de «izquierda marxista» ha tenido la desfachatez de declarar que, “son oposición al gobierno de Boluarte, pero que eso no le va a quitar objetividad, que debemos mantener y ser consecuentes”.

¿Consecuentes con qué exactamente? ¿Con el silencio cómplice ante los actos de corrupción que laceran y vulneran la Constitución? ¿Con la pasividad mientras se desactivan los órganos encargados de combatir el cáncer de la corrupción que devora al país? Esta supuesta «objetividad» que proclama el legislador no es más que una máscara engañosa para encubrir su complicidad con el régimen.

Los verdaderos principios de la izquierda marxista deberían implicar una defensa inquebrantable de la justicia, la transparencia y la lucha contra la opresión del pueblo por parte de las élites corruptas. Sin embargo, con sus declaraciones, este congresista demuestra que ha traicionado esos ideales y se ha sumado al coro de cómplices silenciosos que permiten que la corrupción siga socavando los cimientos de la nación.

Es imperativo que las voces genuinamente progresistas y democráticas se alcen con firmeza contra estas acciones antidemocráticas del gobierno. No basta con una tibia «oposición» que se escuda en una falsa «objetividad». Se necesita una condena contundente y acciones concretas para restablecer la independencia del sistema judicial y reactivar la lucha contra la corrupción.
El pueblo peruano merece gobernantes honestos y representantes que defiendan sus intereses, no cómplices silenciosos que, con su inacción, permiten que la corrupción siga desangrando al país. Es hora de que la izquierda marxista recupere su brújula moral y se ubique del lado correcto de la historia, del lado de la justicia y la democracia.

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